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balsita. Tu abuelo nos recogió como pudo y nos llevó a casa sin dirigirnos la palabra, creo que estuvo varios días sin querer saber de nosotros. También con el "gordo" en dos travesías, mejor dicho travesuras, tuvimos percances de esos en los que crees en el ángel de la guarda; Con el Vivacity, (nuestro primer velerito, de seis metros, muy bueno para aprender, pero no para meterse donde nos metíamos) en la mitad del estrecho, proa a Ceuta, poniente fuerza seis/siete, olas de dos a dos y medio metros. El barco, más que navegar, hacía surfing, ciando observamos que al stay le quedaban dos filamentos, (los hilos de acero que componen el cable) para romperse, lo que en esa situación era igual a partir el palo, quedando "desarbolado". Justo a tiempo, lo sujetamos con una "trinca" y así llegamos a Ceuta; coincidimos con una regata de veleros grandes de los que muchos se retiraron por el mal tiempo. Otra vez, también los dos hermanos, navegábamos de noche a la altura del castillo de San Sebastián, (donde está La Caleta y el faro) era en invierno, la génova se lió en la "cruceta", y desliándola desde proa, un golpe de mar me tiró al agua (imagínate, con el chaquetón y todos los avíos, aún no me explico cómo pude saltar y volver a embarcar). El gordo descompuesto chillaba desde popa, "¡Mateo, dónde estás!, como en el cuento de "Garbancito". ¡Ahora que recuerdo estos casos me parece que ya sé por qué el gordo se hizo pasajero!.

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