mecíamos en un estrecho como balsa de aceite: ¡quién diría que era el mismo de los rugientes temporales sufridos otras veces o el de las nieblas cerradas!.
Temporales de levante hemos tenido que torear en muchas ocasiones, pero navegando por estas aguas lo difícil es no cogerlos; roturas de velas, caídas al agua y porrazos por imprudencia, por desconocimiento o por exceso de confianza también bastantes, y en dos o tres ocasiones tuvimos que entrar de "arribada", (entrada forzosa en puerto) al escuchar por la emisora un aviso de temporal, que cuando lo oímos ya lo teníamos encima.
Locuras que al relatarlas resultan cachondas, pero que lo único que te enseñan es a no repetirlas. También como la siguiente: "El Gordo" y yo, una neumática de algo más de dos metros, con un fuera-borda Montesa de 1,5 h.p. Salimos a dar un paseíto del Club Puntales a las 10'30 con dos bocadillos y una botella de tinto con gaseosa, mes de mayo, un día buenísimo. "¿Aquello es la punta de San Felipe? si, vamos a acercarnos, ya que estamos aquí. ¿Quién no desembarca a tomar una copita y una tapa?, ¡Pos venga!. Varias copitas y tapizas. ¡Qué día más bueno! Y ya que estamos aquí ¿Por qué no vamos a La Caleta? ¡Maricón el que no!. Club Caleta, más copitas y tapitas. ¡Quillo, qué peazos de navegantes somos en! ¡Somos los mejores quillo! ¿A que no tienes huevos de pasar por el puentecito y seguir hasta la Victoria? ¿Que no?. Pide una lata de gasolina otros bocadillitos y otra botella de tinto, y vámonos que nos vamos. Aprovechando la tercera de las tres Marías y a pique de dejar la hélice en una de las muchas piedras, pasamos el puentecito y ¡avante claro!. ¡Rumbo a la Victoria!. Ya al final de la playa, a la altura del estadio, donde vive tu abuela Aurora, se nos acabó la gasolina, no la del motor, la nuestra: el tinto. ¿Pinzón, repostamos? ¡Vale Colón!, pos acércate a la orilla. Un chiringuito, mas copistas y ya nos comíamos todos los mares del mundo mundial, ¿A que no tenemos güevos de llegar hasta Sancti-Petri? ¿Quién dijo miedo? Vamos a llamar a Juan para que nos espere allí y nos recoja. ¿Juan? somos tus cuñados, ¿pos quienes vamos a ser, los hermanos Pinzones?. Tu abuelo, cuando le explicamos la singladura, mas bien la chaladura- y apreció por nuestra media lengua la caga que llevábamos, se puso descompuesto, con razón, ¡Haced el favor de no moveros de ahí, que ahora mismo voy!. El pobre salió a toda carrera a impedir que siguiésemos, pero cuando llegó ya estábamos nuevamente en la balsita, desde donde le dijimos que nos esperase en Sancti-Petri. ¡Estáis locos, volver! Ya nada podía impedir que continuásemos. Llegamos a Sancti-Petri a las nueve y media de la tarde-noche, con una media insolación y una entera castaña, caímos en la playa de Lavaculos como dos galápagos moribundos, sin fuerzas ni para arrastrar la
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