decidió pasarse al pasaje (creo que fue coincidiendo con el cambio de imagen, cuando dejó de estar "metidito en carnes", aunque la etiqueta de "gordo" ya no hay quien se la quite).
Rompimos el palo en una ocasión en la que el viento arreció fuertemente y en tan poco tiempo que no dio lugar a quitar el trapo, menos mal que se quebró por la base y pudimos mantenerlo en pie improvisando "burdas" y "obenques", (cables que sujetan al palo junto con el "estay" y "backestay") llegando a motor al puerto más próximo. Este percance nos ocurrió en el Mediterráneo donde los cambios en el estado de la mar son mucho más rápidos que en el Atlántico.
En otra habíamos salido de Sancti-Petri al medio día con rumbo directo a Vilamaura, para llegar al día siguiente a media mañana, y a las seis de la madrugada se nos averió la bomba de refrigeración del motor, que por cierto lo montamos dos días antes tras una completa revisión. Ya se podían divisar a lo lejos los destellos del faro de Santa María, decidimos cambiar el rumbo al puerto de Mazagón, donde sería más fácil la solución del problema, y aguantamos con las velas y muy poco viento hasta llegar.
La peor situación que yo he pasado fue atravesando el Estrecho, de Tánger a Barbate, que nos cogió una densa niebla y tuvimos que cruzar a ciegas el canal de navegación de los grandes barcos que continuamente navegan de un mar a otro, (Atlántico y Mediterráneo). Íbamos en contacto telefónico con Tarifa Tráfico que a través del radar nos informaba de los barcos que llevaban más o menos nuestra "derrota" ("rumbo de colisión") que podían tropezar con nosotros. Nada podíamos hacer más que seguir adelante pidiéndole a la Virgen del Carmen que nos ayudase a salir airosos. El hecho de ir con toda la familia a bordo agravaba aún más mi estado de ánimo. Arribamos al puerto de Barbate, todo el trayecto con niebla cerrada, para cambiarnos de calzoncillos. Y quizás la más impresionantemente buena fue aquella en la que navegábamos rumbo al Mediterráneo y al atardecer, poco antes de llegar a la altura de Tarifa pudimos contemplar maravillados el "rayo verde" que es un fenómeno atmosférico sumamente difícil que se produzca, pues tienen que coincidir una serie de circunstancias meteorológicas, junto con la mar llana, el ocaso y la situación exacta del barco. Se ve una línea desde el punto donde el sol acaba de zambullirse hasta el barco, de un verde difícil de explicar. Cualquiera que no halla oído hablar de ese fenómeno podría pensar que se trata de algo sobrenatural. Marinos de profesión se jubilan en la mar sin haberlo visto. Esa misma noche tuvimos otro bonito espectáculo, la luna era nueva y la visibilidad muy buena dejándonos contemplar un cielo estrellado y en la costa, al Sur, las luces de Tánger, al "Leste" las de Ceuta, las de Tarifa al Oeste y al Norte las de Gibraltar y La Línea, mientras nos
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